Hay aplausos que valen por siete.
Como los siete años de larga espera en que Motril no podía resucitar.
Pero por fin volvió para encontrarse con toda una ciudad que lo anhelaba.
Humilde y sencillo, como lo fue Él en aquellos días.
Sólo el Señor del abrazo eterno...no hace falta más
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