Silencio ante la Divina Misericordia de un Cristo que eligió Granada para morir.
Con la Alhambra como testigo, sólo las aguas del Darro se permiten alzar la voz.
Y a oscuras, las almas sobrecogidas de quienes le imploran,
desde que suena al tambor hasta que rachean las cadenas.
Silencio.
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