
Después salió y fue, como de costumbre, al monte de los Olivos. Sus discípulos lo siguieron. Al llegar allí les dijo: “Orad para que podáis hacer frente en la prueba”. Se alejó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y estuvo orando así: “Padre, si quieres aleja de mí esta copa de amargura, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22,39-42)
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